Un guión fantástico, complejo y engañoso, que esconde mucho más de lo querríamos, pero que deja entrever lo suficiente para conservar un genial halo de misterio. En el mundo de las almas, en un universo de los dioses sin la versión accidentalizada, el cuerpo se separa del alma para trascender. Pero Chihiro es humana y no ha muerto, no pertenece a ese mundo, ¿qué puede hacer para no desparecer?
Cada personaje es un hilo que Miyazaki mueve magistralmente en esta obra cargada de fantasía dulzura e incluso crudeza y horror.
El personaje de Chihiro comienza el más arduo viaje de nuestras vidas, el que nos lleva a las responsabilidades, ella tiene que salvar y proteger lo que ama.
Y el universo en el que entra, solo puede estar creado por un genio de la animación, que cuida cada detalle cada momento, el montaje, la banda sonora, el ritmo, los diseños, los fondos, los encuadres, todo.
Un regalo para el alma, de los que la posean. Que te deja un sabor agridulce, la satisfacción de haberla visto mezclada con la nostalgia de dejar ese mundo que abandonamos con Chihiro.
Javier Perez
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